Es uno de esos momentos difíciles que nadie te explica en los libros de crianza: tu hij@ te mira y te grita. Puede que sea por frustración, por cansancio o porque simplemente no sabe cómo expresar lo que siente. Y tú, como madre o padre, te quedas en shock, herid@, enfadad@ o incluso tentad@ a responder con otro grito.
Pero antes de reaccionar, respira hondo. Porque en la disciplina positiva hay una verdad clave: detrás de cada comportamiento hay una necesidad no expresada. Y si tu hij@ grita, lo que más necesita no es tu grito, sino tu guía.
1. No lo tomes como algo personal
Aunque duela (y lo sabemos), el grito no es contra ti como persona. Los niños aún están aprendiendo a gestionar sus emociones y, muchas veces, no tienen otra herramienta que la explosión. En lugar de pensar “me está faltando al respeto”, pregúntate:
“¿Qué está sintiendo que no sabe cómo manejar?”
Este cambio de mirada te permite responder con intención, no solo reaccionar por impulso.
2. Mantén la calma (aunque sea difícil)
Si respondes con otro grito, solo refuerzas la tormenta. Tu calma es el ancla que tu hij@ necesita para volver al centro. Sí, es difícil. Pero es parte de tu rol como adulto: ser un modelo de regulación emocional.
Frases que puedes decir con firmeza y serenidad:
- “No te voy a gritar. Puedo escucharte cuando hables con respeto.”
- “Parece que estás muy enfadad@. Estoy aquí para ayudarte.”
Recuerda: no se trata de ceder, sino de poner límites sin perder la conexión.
3. Mira el contexto
¿Tiene hambre? ¿Está cansad@? ¿Le estás pidiendo algo cuando está sobreestimulado/a? Muchos gritos surgen de necesidades físicas o emocionales no satisfechas. No los justifica, pero te ayuda a entender el “por qué” detrás del “qué”.
Si puedes identificar el detonante, puedes anticiparte la próxima vez o cambiar el enfoque en el momento.
4. Establece límites claros y respetuosos
La disciplina positiva no significa permitirlo todo. Los límites son necesarios, pero deben comunicarse desde el respeto.
Por ejemplo:
“Entiendo que estés enfadad@, pero no está bien gritar. Podemos hablar cuando estés list@ para hacerlo con calma.”
Así tu hij@ aprende que sus emociones son válidas, pero que hay formas adecuadas de expresarlas.
5. Enséñale después, no en medio de la tormenta
Cuando un niñ@ está gritando, su cerebro está en modo supervivencia: no razona, no escucha, no aprende. Por eso, espera a que se calme y luego habla con él o ella sobre lo que pasó.
Puedes decir:
- “¿Recuerdas lo que pasó antes? ¿Cómo podrías decir eso la próxima vez sin gritar?”
- “A veces cuando estamos enfadad@s, queremos gritar. ¿Qué podrías hacer diferente?”
Esa conversación post-conflicto es donde ocurre el verdadero aprendizaje.
6. Refuerza las veces que lo hace bien
No te centres solo en los momentos de gritos. Cada vez que tu hij@ exprese algo difícil con palabras, reconócelo:
“Me encantó cómo me dijiste eso con calma. Eso ayuda mucho a que podamos entendernos.”
Eso refuerza positivamente el comportamiento que quieres fomentar.